22 de marzo de 2013

Halcón Negro, Gorrión Rojo.

Si Arthur Conan Doyle tuvo como cimientos de su universo sherlockiano la asociación real entre Joseph Bell y el doctor Henry Littlejohn, así como su propia relación personal con estos, Dashiell Hammett tuvo como fuente de inspiración su trabajo como detective en la Agencia Pinkerton. Aunque muchas veces, al citar este hecho, se olvida que también tuvo una importante militancia política, y eso es, si cabe, tanto o más significativo a la hora de dotar de valor a su obra como pueda serlo la propia trama policial de sus relatos. Si Hammett está entronado en el gran salón de los reyes de la novela negra, esto no es por otra cosa que por el toque especial y trascendental que logra darle al género protagonizado por el detective o investigador privado, dotándolo de una mayor carga y profundidad, haciendo de él auténtica literatura (sin desmerecer el trabajo de Raymond Chandler en este mismo aspecto).

Para ilustrar este hecho, tal vez sea conveniente fijarse en el que, quizás (esto es criterio personal), sea su mejor trabajo: Cosecha Roja (Red Harvest) una novela protagonizada por el Agente de la Continental. En esta se desarrollan todos los clichés propios del genero noir elevados a su máxima potencia, en un estilo muy diferente al que hasta para entonces se había venido cultivando con las historias policíacas más clásicas (Sherlock Holmes o Hercules Poirot). La cuestión es que ya no nos centramos en la resolución de un crimen, en la búsqueda de unas motivaciones circunstanciales y el modus operandi a través de unas dotes de observación y deducción extraordinarias, sino que el detective se convierte en el catalizador de la denuncia social a través del reflejo de las clases de las que se alimenta el mundo del crimen; los bajos fondos, el proletariado desahuciado, los ghettos, el ambiente marginal de las grandes urbes... un mosaico por el que se abre paso a base de golpes de puño y mentira, de manipulación, de giros improvisados y otros instrumentos maquiavélicos que no pocas veces se vuelven en su contra... aunque al final, el antihéroe prevalece.

Precisamente, y aunque Cosecha Roja nunca fue llevada al cine, fue muy bien homenajeada por los Cohen en Muerte entre las flores (Miller's Crossing), con una adaptación bastante libre pero plagada de referencias al libro -tales como nombres, citas textuales, así como de toda su violencia y realidad descarnada- en la que el protagonista no es tan siquiera un detective, sino un gángster desleal que cambiará constantemente de bando guiado por intereses sin duda firmes, pero poco claros para quienes le rodean e incluso para el espectador.




Aparte de Cosecha Roja, otra obra que conforma la columna vertebral de la obra de Hammett y del género noir en general es El Halcón Maltés, no tanto por su calidad con respecto a otras novelas del autor, sino por su sonada adaptación al cine y de la que queda la memorable interpretación del cínico y taciturno Sam Spade a cargo de H. Bogart. Y es que una imagen vale más que mil palabras, y sobre celuloide, más aún.

El punto central del relato es la estatuilla de un halcón negro, antiguo patrimonio de la Orden de Malta, que ha ido dejando un reguero de muerte a lo largo de varias generaciones de propietarios, hasta que se convierte en objeto de disputa entre traficantes de antigüedades y miembros del hampa de San Franciso. Los mismos juegos de mano y trucos de doble filo que se veían en Cosecha Roja o La Llave de Cristal (The Glass Key) se entrecruzan en la trama, hasta que Spade descorre el tupido velo que ha ayudado a tejer.


Antes que con el cine, la obra de Hammett está en deuda con la ingente tirada de revistas baratas que conformaron su propia línea editorial durante la primera mitad del S.XX, las llamadas pulp magazines, y que alcanzaron su culmen durante la Depresión y la posguerra. Estas no se dedicaban sólo a compilar thrillers y literatura noir, sino que también sirvieron de contenedor para relato históricos, de ciencia ficción, y de otro género literario popular genuinamente estadounidense que es el western. El verdadero valor de las pulp fictions es el de haber conformado por sí mismas gran parte del bagaje de la cultura popular moderna, inspirando sobre todo al mundo posterior del cine y de la televisión, como sucede con una creación emblemática que es Peter Gunn, prácticamente desconocida salvo por el emblemático tema de apertura a cargo de Henry Mancini.




La novela negra ha sobrevivido al pulp del mismo modo que lo hicieran todos los géneros representados en este formato. En la actualidad, su ramificación más en boga es la llamada novela negra sueca, que no nos detendremos a analizar aquí. Pero sí hablaremos del particular homenaje que hiciera el escritor maldito por excelencia, tan de moda últimamente, no sé si en el buen sentido.


Bukowski ya se encontraba en esa etapa en la que podía sentirse legítimamente cansado de la vida, con lo que se permitió dedicar una novela "a la mala escritura", aunando en sus páginas la parodia del género detectivesco (y que todo amante de la novela negra con sentido del humor debería leer) con sus más íntimas preocupaciones y sus pensamientos pesimistas al encarar su propia e inminente muerte. En las postrimerías del S.XX, cuando los viejos iconos de la literatura y la cultura popular están caducos y se desvanecen, la Señora Muerte, con todos los ingredientes de una femme fatale que estimula los más bajos deseos del detective, como ocurría muchas veces en el universo Hammett, es la protagonista de la novela junto al detective Nick Belane. Le encarga encontrar a Céline, el afamado escritor francés -que por lo visto ha burlado su destino- para llevárselo al otro lado, como corresponde. Esta aparición de lo sobrenatural desde primeros momentos del relato va a ir in crescendo, con la añadidura de alienígenas, mutantes, y alguna ida de olla más que son el auténtico cuerpo de la novela junto a multitud de personajes estrafalarios que cumplen todos los clichés del género, los puñetazos, tiros, y diálogos brillantes con frases que son como latigazos sin olvidar copiosos cigarrillos y hábitos alcohólicos que, en un Belane viejo y con sobrepeso, es más un problema grave que una estampa glamourosa, a lo que hay que sumar su afición a las carreras de galgos, que es parte, como los otros defectos, de la verdadera personalidad de Bukowski, como a nadie se le escapa ya a estas alturas. En medio de todo esto, recibirá la tarea de encontrar El Gorrión Rojo, clara alusión al Halcón Maltés, pero cuya naturaleza es muy diferente, y nos será revelada al final. El final de la última novela de Charles Bukowski, muy en la línea de su particular poesía..



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